Soy una persona muy puntual, me gusta serlo...siento que es un aspecto que nos da credibilidad. Siempre llego a tiempo a mis clases y a mis actividades; la actividad en la que más me importa ser puntual es mi terapia. No sé si es porque quiero aprovechar cada segundo de mi hora disponible o porque simplemente ya es parte de mí llegar a tiempo. Vivimos en México, lo acepto, la gente no es puntual y lo sé; sé que muchas veces aunque yo llegue a tiempo la gente no lo hará, y está bien...cada quien es responsable de su tiempo. Muchas veces mientras espero suelo reflexionar cosas.
Hoy llegué a terapia puntual as usual, mi terapeuta me abrió la puerta y en ese instante llegó uno de sus vecinos para hablar con ella unos minutos. Durante el momento en que ellos dos hablaban yo me dedique a jugar con su perra (una boxer hermosa). La perrita agarró su hueso, lo mordió y jugueteó un poco, y luego fue hacia mí con él en el hocico. Yo me acerqué a ella e intenté agarrarlo de su hocico. Claramente en ese momento ella lo agitó con fuerza hacia los lados y jamás dejó que lo agarrara (por más que lo intenté). Se convirtió en un juego, la perra se acercaba a mí, me veía con ojos amorosos y juguetones, y yo alargaba el brazo para intentar quitárselo. Se convirtió en una danza con ritmos y tiempos. Al estar bailando con ella me di cuenta de que todo en la vida es una danza, todo está determinado por nuestros pasos. Todo es "te doy y me das", "te mueves y me muevo" y en cuanto alguno da un paso en falso o cambia el ritmo, la situación se transforma y tenemos q modificar la dinámica.
Eso es lo que ha estado pasando en mi vida en estos meses...mi ritmo ha cambiado y estoy intentando aprenderlo para seguir bailando.
